miércoles, junio 28, 2006

Naufragio

Una vez me enamoré
pero hoy mi corazón se evade
sentado en la orilla
se recrea con la vista
de aguas transparentes
bajo un cielo que de bello
parece lugar común.
Una vez me enamoré
pero hoy mi corazón no puede
se pierde en un paisaje agradable,
con arena fina y sol que ya no quema.
Prefiere esperar, como espera
un naúgrago con los ojos perdidos en el horizonte.

viernes, junio 09, 2006

Rutina

No me gustan los hombres con manos pequeñas y dedos cortos. Los prefiero largos aunque sean delgados. Tengo la idea de que una mano grande siempre abarca más.

En el microbús intento sentarme cerca del chofer para observar cómo toma el volante y de paso, echarle una mirada a los que suben y pagan su pasaje. Una vez que identifico a los de manos grandes no puedo quitarles la vista de encima y me regocijo con su forma de detenerse de los tubos o de rozar un asiento; ya de paso reviso su estatura, color de cabello y vestimenta. Si alguno de ellos baja del camión, mis ojos lo siguen hasta que se pierde en alguna calle o entre la muchedumbre.

Cuando salgo a comprar me fijo en los que me dan el cambio y evito ver a la cara a esos con manos chiquitas. Ha habido ocasiones, en que sintiéndome más osada, le hago plática al de las verduras o a algún carnicero que ya tenga identificado como manigrande y he recurrido a los baños o a los callejones de detrás del tianguis para poder comprobar la extensión de sus dedos entre mis carnes.

También, ya pasado el mediodía, he seguido a aquellos pasajeros poseedores de dedos largos por calles no muy concurridas y he satisfecho mi curiosidad de sentir hasta dónde abarcan. Los dedos ávidos y poco experimentados de los más jóvenes me recuerdan patas de araña que quisieran rozarme las amígdalas, por eso tengo preferencia por los de más de veinte y por los cincuentones que son más diestros para tocar.

Así es mi rutina. Los lugares recurrentes son el mercado y el transporte público. Después regreso a la casa para hacer la comida. Yo casi nunca paso por los niños a la escuela, sólo cuando el director, que sí tiene manos grandes, llega a requerirme por algún reporte de mala conducta. Es Héctor, mi marido, el que pasa por ellos todos los días, llegan y comemos juntos aunque siempre evito verlo a los ojos. Sus manos me chocan.

lunes, junio 05, 2006

En contra de la posible voluntad de hablar de tensión nerviosa, vacío, depresión, pastillas para dormir, alcohol, sonámbulismo, caídas y volcaduras de autobuses, hoy hablaré respecto a otro tipo de cosas:
- Nada mejor que los brazos de un amigo a quien quieres, le tienes mucha confianza y te gusta (un poquito nada más) envolviendote con el fin de desabrochar tu sostén.
- Nada mejor que comer verdadera pasta italiana en Italia.
- Nada mejor que el hombre que te gusta llevandote en brazos y escribiendo en el parabrisas que te quiere.
- Nada mejor que recibir un beso y sentir como si hubieras triunfado.
- Nada mejor que Cuetzalan, a solas.
- Nada mejor que dormir y levantarte tarde.
- Nada mejor que abrazar a tu hermana después de una semana de no verla y refugiarte en ella después de sentirte asustada y desubicada.
- Nada mejor a que te digan que tus resultados de laboratorio de la cirugía que te hicieron hace poco más de un mes, salieron normales.
- Nada mejor que el mes de junio, porque resulta que siempre coincide con que alguien vuelva a mostrar señales de vida.
- Muy agradables los hombres con piel color de mantequilla y dedos que se funden suaves sobre el pan.
- Muy bueno estar viva después de pastillas para dormir, alcohol, caminar dormida, caer, golpes en la cabeza, un choque muy cercano y dos niñas muertas.